
Articulo de Emilio Becker Orellana sobre su participación en el Iron Man de Canada / Domingo 27 de julio de 2014.
Después de que me robaran mi bicicleta de triatlón el año 2012, a tres semanas antes de ir al medio Ironman de Pucón, siempre me quedó el bichito de probar que tan factible era hacer un IM con la bicicleta más simple del mercado.
En mi primer Ironman no me atreví hacerlo, por tratarse del primero y segundo porque nadie de carne y hueso me había comentado que supiera de alguien que lo hubiese logrado. Así que cuando me matriculé en enero para el IM de Canadá ya sabía cual sería mi mayor desafío.
Sin embargo, se me presentaron otros desafíos como superar una amigdalitis y fiebre a dos días antes de la carrera, lo que me tenía algo desmotivado. El miércoles y jueves hacía full frío con lluvia y no había traído ropa adecuada. El cansancio de andar tres semanas viajando, comiendo muchas veces cosas rápidas y cambiando de cama no es para nada recomendable. Y siendo honesto, la preparación para este Ironman fue distinta a toda la literatura que uno puede encontrar, pues por temas de trabajo y clima me tuve que limitar a entrenar todos los días (y de forma sagrada) con los videos de P90X. Al menos, el tener ya un Ironman en el cuerpo uno sabe lo que puede pasar.
El día de la carrera desperté a eso de las 4:00 horas para bajar a tomar un leve desayuno, al menos aquí el cambio de hora favorece porque serían las 7:00 hora Chilena. Me encontré con los de Guatemala y con Mike de Seatle, todos sin ganas de tomar o comer algo, yo fiel con mi avena, probióticos y huevos, terminé de preparar mis cosas y me fui a la puerta a esperar a Sarah quien a las 5:00 horas me pasó a buscar junto con su pololo en el auto.
Para Sarah era su primer IM, iba nerviosa, le agradecí su ofrecimiento que me pasara a buscar, más aún si era un desconocido que solamente conoció en el bus del evento, pero al menos teníamos algo en común, el médico que me trató la amigdalitis, es el mismo médico familiar que tiene ella.
Al llegar hasta los buses que nos llevarían al lago, la perdí de vista y como verdaderos niños de primer día de clases nos fuimos todos bien callados. El trayecto de acercamiento de estos buses fue de unos 30 minutos y en parte hizo el recorrido que nos tocaba en bicicleta. A las 5:30 horas ya estábamos en el lago y el ambiente era ya de euforia, el lago mostraba como se evaporaba su agua y el sol como de a poco despertaba alumbrando primero las copas de las montañas cubiertas de nieve. Rápidamente me fui a revisar mi bicicleta, le puse la presión adecuada y entre elongar, meditar y ponerme el traje se me fue rápidamente el tiempo hasta que llamaron para dar inicio con un espectacular canto del himno de Canadá y dar la partida a los corredores elite.
Luego nos tocó entrar al agua, revisé la hora y eran las 6:57 de la mañana, estaba atento a escuchar la cuenta regresiva, pero nunca se hizo, sólo se oyó un disparo de partida y todos comenzaron a nadar, vi la hora y puntualmente eran las 7:00 horas para dar inicio de la carrera.
Comencé a nadar y recordé que no hicieron cuenta regresiva, pensaba que tal vez no es común. En el nado tenía para pensar todas las tonteras que se me ocurrieran, sólo que no era conveniente entrar en pánico de no saber hasta donde era el final y tampoco colapsar con los dos mil nadadores que uno tiene alrededor, incluso uno comienza a notar quienes son primerizos y quienes están aquí para disfrutar el nado según la sutileza de la brazada y la patada.
Los primeros 950 metros que dan al primer giro siempre son molestos porque uno va en un verdadero corral de animales, no falta el despistado que nada de forma diagonal o al desubicado que se le ocurre detenerse. Afortunadamente el agua estaba muy agradable, era más cálido estar adentro que afuera del agua y el sol justo apuntaba en la otra dirección, claro que como eran dos vueltas a un rectángulo al final siempre me encontraba con el sol de frente y ahí nada se lograba ver, así que me fui con la fe de la masa.
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